Bebí rápido el café caliente, hacia frío y parecía que mis extremidades ya no formaban parte de mi ser. Pensé un momento en Josué, en lo solo que se sentía, en lo que había hecho aquella noche. Me cubrí con mi poncho y me acurruque yo misma.
Estaba sola y nadie me hacia falta.
Mire un rato aquella vieja película. Mis ojos no dejaban de mirar los labios de la bella actriz. Me sentía extrañamente atraída hacia esa bella mujer. Sentí un escalofrío en todo mi cuerpo, un poco de angustia y una opresión en mi corazón. Luego busque la lógica: yo
era artista, sabia como captar la belleza de las cosas, la luz, la sombra, como manejar las imágenes, el zoom, el obturador, en fin, la fotógrafa que vivía en mi salía a relucir. Era solo eso, atracción profesional, labios bellos, carnosos, bien formados, nada, solo
eso...
Desperté entumecida, me había dormido en el sillón. El tímido Sol acaricio con suavidad mi rostro. Di un brinco y me metí en la ducha. Salí con el pelo mojado, aun a riesgo de morir de neumonía. Iba con todo mi arsenal fotográfico, trípode incluido. Busque casi toda la mañana en las agencias , debía encontrar a la mujer mas parecida a la bella actriz.
Cerca del mediodía di con una rubia joven, de nombre Leticia, no era cara, llegamos pronto a buen acuerdo económico.
Fuimos de inmediato a la playa, la muchacha era muy audaz, cosa que para mi era mejor aún. Jamás había fotografiado a mujeres desnudas, pero la chica parecía haber posado antes para ese tipo de fotos.
Mi bolso estaba repleto de sedantes, no podía vivir sin ellos, y mucho menos sin un trago de vodka. La mezcla no es buena, pero los vicios a mi edad solo son detalles.
La modelo comenzó a insinuarse y yo accedí, sedienta tal vez de nuevas experiencias, queriendo encontrar lo que buscaba desde hacia tanto y jamás había encontrado en ningún lugar.
Nos besamos sin parar, su piel suave, su rubia cabellera, sus muslos, sus caderas, sus pechos desbordantes, redondos, firmes. Finalmente unimos nuestros sexos, los mismos, casi idénticos, ella me toco primero, sentí placer, un placer sin limites, sin temores, remordimientos, libertad. Su mano en mi sexo era un gozo perfecto, mejor que masturbarme, mil veces mejor que eso. No temía a embarazos, a reproches, a acabar luego, teníamos ambas el mismo ritmo, el mismo compás el mismo tiempo.
Nos convertimos en inseparables, nada me importaban las opiniones del medio, que por lo demás es hipócrita, frío, envidioso, ególatra y siniestro. Mi lado masculino cobro mayor sentido, ya no lo escondía y mucho menos pensar en reprimirlo.
Leticia me atendía y complacía al máximo. No era fina, ni de muy delicados modales, venia de un mundo distinto, difícil. No sabia de artes, de literatura, de casi nada, pero era cálida, amable y servil.
Pero solo Josué sabia realmente como era yo, y cuando mi amante volteaba yo solo pensaba en la prostitutilla que tenia enfrente.
Ni su piel bronceada, ni sus ojos verdes, ni su pelo rubio, ni sus perfectos dientes, nada lograba en esos instantes, hacer que viera a Leticia con ternura o amor. Solo el deseo,. lo básico primaba en mi mente.
Como decía Josué, la mente de un psicópata,. no la de una mujer...
He visto llorar a miles de hombres al momento de partir y escuchar sus patéticas suplicas, pero jamás había escuchado rogar a una mujer. Se arrodillo a mis pies, abrazó mis piernas, normalmente uso botas, sentí ganas de patearla para librarme de ella, pero su rostro mojado, su rimel corrido y su llanto suplicante me calmaron por un instante.
No podía permanecer un minuto mas cerca de ella, llame a Josué para que me acompañara a calmarme y beber un café.
Me puse los guantes, las gafas , el abrigo y la boina, tome la cámara y partimos corriendo con Josué, siempre corríamos, parecía que escapábamos de algo, ¿pero de que...?
Llegamos al cafetín, la mirada severa de mi amigo me traspaso.
-¿Lo volviste a hacer, estas contenta?
El tenia razón, me conocía mejor que nadie, más...
-¿Que piensas de mí?
-Lo que te he dicho siempre, tu ego no tiene limites, tus fantasías, tus pensamientos, todos por el maravilloso don de tu arte. Eres una loca, no puedes entregar nada bueno a los demás porque solo piensas en tu satisfacción, en tu bienestar ante todo.
Solo Josué me podía ver llorar, a nadie daba ese privilegio, el era mi espejo, mi extensión, mi otra mitad, mi amigo.
Me conocía, me despreciaba, pero me aceptaba.
Llore largo rato, el se fue en silencio.
Me fui a caminar por los lugares que me gustaban, los fotografié como jamás lo había hecho, el parque, la playa, la caleta, la gaviota en pleno vuelo, un perro callejero,
finalmente yo misma, con mi más burlona sonrisa.
Deje al dueño del cafetín la cámara con una nota para Leticia y Josué.
Corrí como nunca, con mis brazos extendidos, sintiendo el viento chocar contra mi cara.
Llegue a aquel lugar, en donde las olas se desintegraban al chocar contra el mar.
Me tire al agua y la corriente me arrastró rápidamente hacia el roquerio, de pronto la ola enorme me envolvió y choque una y otra vez contra la enorme roca color café.
Me fui al fondo del mar, el agua comenzaba a enrojecer...